URDIR / What a tangled web we weeb!
Maquinar y disponer cautelosamente algo contra alguien, o para la consecución de algún designio.
Del latín ordīri.
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Cepp Selgas / La Habana, 1977 / Foto: Ernesto Briel.
Urdir es el verbo que empleamos cuando nos referimos a la acción de preparar los hilos en la urdidera (instrumento donde se preparan los hilos para tejer una tela): una labor decididamente ordenada y laboriosa...
Preparar los hilos en la urdidera para pasarlos al telar.
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Cepp Selgas / Jicotea / Tapiz / 50X30in. / 1980 (Revista Cuba).
...Probablemente por esta fuerte connotación de orden laborioso y premeditación, el término urdir también se ha ido asociando a las maquinaciones que preparan y desembocan en una conspiración, trama, confabulación o intriga: otra labor que independientemente de sus fines justos o injustos, también requiere grandes dosis de orden y disciplina.
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Recientemente visitando blogs, me he encontrado un enlace con “La llave del Mundo”; un sitio para “palabras interesantes”, y trivia seductora.
La palabra del momento era “Urdir”, la que me ha servido de pauta decisiva para urdir mi post de hoy.
Hacía ya algún tiempo que quería hablar de lo prácticamente imposible que era producir en la Cuba de los 70, objetos textiles de índole artístico o comercial. La casi inexistente industria ligera y el rígido control por parte del Estado, convergían en una fuerte corriente en contra de cualquier iniciativa. El hilo común de coser escaseaba, era por la libreta (cartilla) y solamente se adquiría manteniendo largas colas (líneas) por horas y horas. La soguita de Yute que se usaba para amarrar brutalidades, se conseguía más o menos.
O sea; “la abundancia necesaria” de fibras para tales menesteres, era nula.
Existían en venta (libre) mechones para “reverberos”, median como 12” y eran de un blanco limpio, que al deshilarlo aparentaban ser estambre. El común saco de Yute se puede deshilar y teñir con colorantes “Dalia” y hacer grupos con cantidades a gusto. Y curiosamente pude darle uso, tambien, a unos larguísimos cordones de zapatos (botas militares) que llenaban los anaqueles de todas las tiendas de La Habana, median 58”, eran de color carmelita (marrón) y costaban unos pocos centavos, porque nadie los compraba.
Básicamente esas fibras fueron el componente primordial de mis tapices artísticos y de mis famosas Bandoleras que se vendían en la Plaza de la Catedral através de un programa dirigido por Ana Rosa Almendros para el Ministerio de Cultura.
En 1980, varios meses después de mi salida por Mariel, la mayoría de los artesanos participantes en ese mercado; terminaron en la cárcel a consecuencia de una nueva ley llamada “Plan Adoquín”. Pero ya eso es otra historia.
Las historias de nuestra isla no tienen fín, siempre hay tela por donde cortar.
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