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Monday, May 3, 2010

Manuscrito / Encontrado en Sálala y Goza No.1

Las tres últimas semanas de Abril del histórico 1980, yo no estaba en La Habana; pues había sido enviado a Matanzas, a un taller de artesanía de esa bella ciudad; por el “Centro de Investigación y Diseño-para las Industrias Locales-del Ministerio de Comercio Interior”, para el cual trabajaba. Una labor inútil como todo lo que se hacia en aquel país.
No importaba el diseño que yo aportara junto con los prototipos y mis instrucciones de cómo tejerlos, si la posibilidad de una futura producción de los “supuestos” artículos tejidos era nula por la simple razón de que en Cuba, no hubo, no había y no habría hilo u otra fibra textil disponible, desde hacia un tramo como de 20 años. Saca la cuenta regresiva.
Al menos en este trabajo me pagaban 192 pesos mensuales, con la esperanza de que en un futuro “luminoso” alcanzaría la eléctrica suma 220. Comparado con el anterior y primero en el cual gané 71,95 pesos al mes por 6 años, desde mis 18. Mucho menos sueldo pero no menos inútilmente ganados. Este anterior empleo fue para Los Medios Audiovisuales del Ministerio de Educación, donde se hacia una superproducción de maniquíes y maquetas para las respectivas asignaturas; Anatomía y Geografía.

Mi amiga, Teresa Santí, mis compañeras de trabajo Magaly y Gladys, yo y “los botes” en una foto tomada por mi querida amiga Ana María Arzola. Después de haber representado a “Los Medios Audiovisuales” en un desfile “X”, para recibir a un personaje “X”. Rio Almendares, La Habana 1975.

El caso era que el mercado ya hacía años estaba saturado y esta inmensa producción de “tarecos” no tenia demanda nacional, y mucho menos internacional por lo obsoleto del producto que ofrecían. Como en Cuba no se nos permitía usar el razonamiento lógico individual, la solución siempre vendría de “arriba”; esta fue la de usar grandes almacenes donde la absurda producción iría a parar. Y claro está, que pasando el tiempo estos productos almacenados, frecuentemente se pudrían o eran devorados por ratas. Situación que terminaba resuelta con jornadas extras de trabajo “voluntario” de limpieza en los fines de semanas por (nosotros) los mimos trabajadores, creadores del producto en cuestión y creadores a la vez del renovado espacio para las futuras producciones. Pero a nadie le importaba, porque así debíamos actuar los revolucionarios. Las cárceles, los juicios populares, paredones y sobre todo Los CDR-Comités de Defensa de la Revolución, estaban ahí para recordárnoslo.
Digo “nosotros los revolucionarios” porque, lo eras por hijoeputa o actuabas como que lo eras por sobrevivir.
Sacando cuentas en mí caso; con la (muy agradecida) ayuda de otros y mi propia inspiración pude aparentar el perfil de uno legítimo desde 1970 al 80:
-Pertenecía al CDR, donde hacia guardias mensuales y frecuentes cartelitos.
-Al Comité Militar (inevitablemente obligatorio).
-Trabajaba de día y estudiaba de noche entre los 24 y los 28 años.
-Participaba en los trabajos “voluntarios”….
Pero mi vestimenta a la moda capitalista-internacional-imperialista era un crimen capital para el proyecto-Hombre Nuevo, del para entonces, fantasma del Che.
Este Hombre Nuevo tenia que ser "uniformemente-uniformado".
Cosa que no me quitaba el sueño, pues como ya dije: En Cuba no hubo, había ni habría hilo u otro material textil posible desde hacia un tramo de 20 años para ese entonces y por lo ya visto mucho menos después de 51.

1 comment:

  1. Desgranas con los detalles la crónica del desastre cubano. Muy bien e interesante.

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